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domingo, 15 de abril de 2018

Las Lágrimas de Sasha - Capítulo Diez (Final)


Domingo.
Sasha se levantó temprano para fabricar el explosivo casero, gracias a las botellas de alcohol y los productos de limpieza del almacén, algunas cosas que consiguió en la cocina del burdel y su despertador consiguió, siguiendo las instrucciones, construir aquella bomba casera en tan solo un par de horas.
Todo estaba listo para llevar a cabo el plan.
Esmeralda estaba en el baño de abajo, llenándolo todo de alcohol usando la ropa de Sasha para avivar el fuego, se encontraba arrancando las puertas de los urinarios aun cuando se dio cuenta de que le quedaban dos minutos para iniciar el fuego.
Sasha se encontraba en el pasillo, oculta tras una columna, esperando el cambio de turno.
Llevaba consigo una mochila con el explosivo y una cuerda.
David se encontraba en un coche alquilado, junto al local, debajo de la ventana por la que debía escaparse Sasha, con el motor en marcha preparado para huir a toda velocidad en cuanto Sasha se montase.
La única ropa que había conseguido para Sasha con las prisas era una vieja gabardina suya de color gris, algo raída y estropeada.
La operación dio comienzo.
Sasha esperaba la señal mientras Esmeralda inició el incendio, usando todo el papel del baño y las botellas de alcohol que tenía. Todo el baño comenzó a arder rápidamente.
Se giró hacia la puerta para salir, al intentar abrirla un sudor frío le recorrió la espalda, la puerta estaba atascada. El humo empezó a extenderse y Esmeralda comenzó a toser, le entró un ataque de histeria, pero justo antes de gritar se paró a pensar en todo. ¿Qué iba a hacer cuando saliese de aquel baño? Probablemente averiguarían que fue ella quien provoco el incendio y la matarían o algo peor, y era lo peor y no al muerte lo que más temía. Su hermana estaba muerta y en el fondo se culpaba a si mismo de lo que ocurrió, Sasha se iba a escapar y disfrutaría de una buena vida, Sasha se lo merecía.
Sin embargo no pudo evitar pensar que merecía la pena seguir viviendo ya que lo había perdido todo, atrancó la puerta con lo que encontró más a mano, las puertas de las tazas de los bateres, se apoyó contra la pared y cogió una de las botellas de absenta que quedaban sin abrir.
Bebió observando como el fuego crecía y crecía ante sus ojos, notaba el calor sofocante de las llamaradas y el olor a humo en el ambiente. Mientras bebía miró al techo, con una sonrisa decorando su cara y un último pensamiento a su mejor amiga.

—Buena suerte… Sasha dijo mirando al techo que comenzaba a ver borroso.

La alarma de incendios sonó, justo en el momento del cambio de turno. Era la oportunidad de Sasha, corrió todo lo que pudo y abrió la puerta del despacho cargando contra ella.
Ella no sabía que Esmeralda ahora mismo se encontraba rodeada de llamas, no sabía que no la volvería a ver y pensaba que ya se habría puesto a salvo con los demás.
Una vez en el despacho cerró las puertas y las atrancó con unas sillas.
Ató la improvisada cuerda a un soporte de la pared y abrió la ventana, lanzo la cuerda por la misma, preparando su vía de escape.
David, sentado en el coche, estaba atemorizado mientras un sudor frío le recorría la espalda. El miedo le apretaba el corazón, estaba preocupado y el humo comenzaba a salir de la planta baja del edificio. Los bomberos y las autoridades no tardarían mucho en llegar y eso podría poner en peligro todo el plan
Sasha tenía que salir de allí lo más pronto posible. Se dirigió al escritorio, rebuscando entre los cajones pero estaban vacíos todos. Entonces recordó que Giovanni guardo aquellos papeles en el cajón con cerradura.
Busco por la habitación algo que le sirviese de palanca, finalmente uso una vara de acero que estaba junto a la chimenea.
Forzó el cajón y cuando lo consiguió abrir solo pudo maldecir por lo bajo.
Los papeles no estaban.
Sasha continuó con la segunda parte del plan, colocó tras el escritorio la bomba casera que había construido siguiendo las indicaciones que había escrito la hermana de Esmeralda, activando la alarma del despertador para que explotase en un minuto.
Las puertas se abrieron de par en par con un sonoro estruendo, dos de los hombres de Giovanni habían cargado contra las puertas con todas sus fuerzas y las sillas usadas para atrancar las puertas salieron despedidas.
Giovanni pasó entre ambos hombres, miró a Sasha detenidamente mientras la apuntaba con una pistola.
─¿Qué demonios haces aquí, niña? ¿Qué estás buscando en mi escritorio?
Los papeles que te meterán en cárcel, imbécil. le espetó ella
─¿Papeles? preguntó Giovanni confuso Ah… Entiendo. Creías que yo, el jefe de todo este puto burdel tenía unos papeles… una especie de informe que me culpabilizaba de toda la trata de blancas y la prostitución de este lugar. Solo eran facturas de la luz, estúpida, esos si que son unos putos mafiosos. ¿Qué crees que vas a conseguir con todo esto? ¿Ir a la policía y contarles todo lo que pasa aquí? ¿Crees de verdad que no lo saben, estúpida puta? Tengo a la policía comprada, todo lo que ocurre aquí y en esta ciudad esta bajo mi control. No tienes escapatoria, perra.
—Maldito… —masculló Sasha
—Sabes lo que va a ocurrir ahora, ¿no? ¿O es necesario que te lo explique? Estúpida puta… –se mofaba  Giovanni
—Desgraciado…
—Me siento realmente decepcionado Sasha… Siempre has sido muy obediente, nunca hacías nada que me contrariase… ¿Qué ha pasado Sasha?
—Que he despertado, hijo de puta.
—Sabes… no fue buena idea dejar aquel cuaderno en tu habitación a la vista de cualquiera… Menos mal que la otra puta novata ya está muerta, era más lista de lo que parecía la muy…
—No te atrevas a nombrarla si quiera…
—¿Por qué? ¿Qué vas a hacerme Sasha? Estas rodeada. Has perdido, asúmelo. –la realidad de sus palabras golpearon a Sasha.
Sasha había perdido. No había escapatoria. Su muerte era inminente.
Varios pensamientos vinieron a la mente a Sasha, se dio cuenta de que ella nunca había saboreado la libertad y de cuanto la ansiaba.
Siempre había sido esclava de sus miedos, de la sociedad, de su padre, de Giovanni, del sexo… Sasha había sido esclava de su propia mente durante toda su vida.
Se acercó a la ventana lentamente.
Nunca he decidido nada sobre mi vida, siempre he sido controlada… pensó Sasha Pero esta vez no, esta vez decidiré al menos una cosa: cuando morir.
Esos iban a ser los últimos pensamientos de Sasha cuando Jack apareció por detrás de los sicarios de Giovanni, disparo a uno en la pierna y forcejeo con el otro.
Giovanni se giró rápidamente para ver que estaba ocurriendo.
—¿Pero qué haces desgraciado? –gritó Giovanni sorprendido
—¡Escapa Sasha! –gritó Jack— Esme me lo contó todo. ¡HUYE!
Giovanni disparó a Jack en el pecho.
Sasha se sintió congelada por unos segundos, pero reaccionó a tiempo. No podía perder aquella oportunidad, lo más probable es que si Jack no estaba muerto, lo matasen dentro de muy poco. No iba a desperdiciar la oportunidad que le había brindado su amigo sacrificándose por ella.
Debía hacer algo y debía hacerlo ya.
Debía huir.
Debía ser libre.
Sasha agarró la cuerda y se descolgó por la ventana.
—Sonríe cerdo, será lo último que hagas.
dijo Sasha mientras se descolgaba de la cuerda por la ventana
Giovanni corrió hacia la ventana, sacó una navaja de su bolsillo y comenzó a cortar la cuerda, sin percatarse del explosivo casero a punto de estallar bajo su escritorio. Cuando consiguió cortar la cuerda Sasha cayó desde la altura del primer piso, sin hacerse mucho daño, dándose de bruces contra el frío asfalto de la carretera. Se levantó buscando con la mirada a David y cuando lo encontró salió corriendo hacia el coche donde estaba, mientras un hilo de sangre le corría desde la comisura de los labios hasta la barbilla, goteando.
—¡ATRAPADLA! –gritaba Giovanni a sus hombres— ¡TRAEDMELA VIVA! La quiero matar yo con mis propias manos a esa jodida puta… ¡ESTAS MUERTA SASHA! ¿ME OYES? ¡MU—ER—TA!



Sasha entró en el coche que alquiló David, cerrando la puerta de un portazo
—¡Corre, vámonos! –le apremio Sasha a David
—¿Qué ha pasado?
—Se ha descontrolado un poco la cosa…
—¿Y los papeles? Toma la gabardina –David aceleró
—No he podido cogerlos… Pero no pasa nada, huyamos. Me iré de la ciudad o algo así... –Sasha estaba hiperventilando, el miedo le recorría cada centímetro de su cuerpo. Se puso la gabardina.
Tras ellos se escuchó una enorme explosión. El explosivo estalló, volando por los aires el despacho y a Giovanni con él.
Mientras conducían a toda velocidad, Sasha no podía evitar mirar pasmada todo lo que la rodeaba. Esta maravillada de aquella ciudad bañada sutilmente por las luces del sol que comenzaba a despertar, todos esos edificios brillantes que solo podía ver desde la ventana de su habitación ahora le parecían mucho más grandes, enormes, como titanes de acero y cristal.
Jamás pensó que podría estar tan cerca de la libertad como en aquel momento.
Bajó el cristal del coche y sacó el brazo, sintiendo el frío viento acariciando su piel. Escuchó un disparo e instintivamente se agachó. Al incorporarse para ver que estaba ocurriendo vio la cara de preocupación que tenía David. Se giró mirando por la ventana trasera y vio cinco coches negros persiguiéndolos.
Eran los hombres de Giovanni.
Les estaban disparando, una bala impactó contra el espejo izquierdo del coche haciéndolo saltar en pedazos.
Sasha chilló de puro terror, nunca había sentido su vida peligrar tanto como en aquel momento.
David aceleró y comenzó a zigzaguear entre las calles hasta que pareció que los habían despistado.
—Relájate… Parece que los hemos perdido.
—Encontraron el cuaderno… Ya sabían lo que iba a hacer y me estaban esperando.
—Putos mafiosos… ¿Y qué pasa con tu amiga? La hermana de la que escribió ese cuaderno…
—En realidad Esmeralda es un hombre… A ver, es travesti… Es un poco... raro
—Entonces… ¿estará bien tu amiga?
—No te preocupes por ella… por él. Se las arreglará para salir ilesa, siempre lo hace.
Sasha no pudo evitar sonreír al hablar de su amiga, la mejor persona que jamás había conocido.
—Espera, espera. ¿Esmeralda es un travesti? —preguntó David alarmado al darse cuenta de lo que acababa de oír.
—Si… —dijo Sasha extrañada
—Que hijos de puta…
—¿Quiénes? ¿De qué hablas?
—Cuando mis compañeros de trabajo me dijeron de ir a este puticlub me dijeron que buscase a una tal Esmeralda… Pero al final en el último momento, no logré recordar que nombre me dijeron y ocurrió lo que debía ocurrir…
—¿Y qué ocurrió?
—Que te vi…
—Idiota… —masculló Sasha sonrojada mientras el corazón se le aceleraba.
—Entonces… ¿Esmeralda se encontrará bien, no?
—Sí, seguro… —en realidad Sasha estaba algo preocupada. Lo que no sabía era que Esmeralda ya estaba muerta mientras ellos hablaban de ella como si mañana fueran a volver a verla pero eso nunca ocurrirá.
—Bueno… si tú lo dices… concentrémonos en huir. –dijo David mientras aumentaba la velocidad
—David…
—¿Si?
—Tengo miedo…
—No temas… —los cinco coches de los sicarios de Giovanni aparecieron por una esquina pisándoles los talones mientras les disparaban, a David le cambó al cara totalmente— Vale, olvídate de lo que he dicho. ¡Es momento de tener miedo!
—¿Qué hacemos David?— chillaba Sasha
—No lo sé…
—¡David no ayudas!
—¡Lo siento joder! ¡No me concentro cuando un puñado coches llenos de mafiosos me están disparando mientras conduzco!
—¡Trata de despistarlos o algo!
—Probemos suerte con el puente, quizás allí les podamos dar esquinazo esta vez.

Las balas seguían rozándoles e impactando en el coche. El cristal de atrás se hizo añicos al igual que la luna delantera.
Mientras cruzaban el puente a toda velocidad una bala impacto con una de las ruedas, haciendo que el coche derrapase. David no lo controló y el coche se estampo contra la barandilla del puente, dejando parte del coche fuera de la carretera, oscilando en el vacío. Sasha y David bajaron del coche justo a tiempo, ya que el propio peso de motor hizo que, tras balancearse brevemente, cayese al río. Ambos jóvenes trataron de correr para huir pero cuando quisieron darse cuenta los mafiosos los tenían acorralados contra la barandilla rota del puente.
Delante de ellos estaban los matones de Giovanni apuntándoles.
Detrás de ellos el río, una leve oportunidad de escapar… si no les disparaban antes o sufrían una hipotermia por culpa del frío.
Estaban rodeados y sin saber qué hacer.
—David, esto es el final…
—No Sasha… Este no es el final. No para ti
David se interpuso entre todos aquellos hombres armados y Sasha.
─¡Eh, imbécil! ¡Entrega a la chica! gritó uno de los mafiosos.
─¡Pero si Giovanni a muerte, joder! ¿Por qué seguís sus órdenes? contestó David, también gritando.
Los mafiosos se rieron de ellos exagerando las carcajadas.
─¿De verdad creéis que Giovanni es el cerebro de toda la organización? Esto va mucho más allá, idiotas.
David les miró desafiantes, extendiendo sus brazos para ocultar a Sasha todo lo posible con su cuerpo.
—Entrega a la chica. ¡No pienso repetirlo! –gritó el hombre más corpulento de todos.
—¡Por encima de mi cadáver! –gritó David.
Se giró hacia Sasha y la agarró con fuerza. Aquel instante debería haber sido eterno, debería haberse congelado el tiempo. En una fracción de segundo Sasha imaginó toda una vida junto a David.
“Nunca te enamores Sasha” le decía Jack siempre.
Pero, ¿de verdad era tan malo que se enamorara?
¿Cómo podía estar mal enamorarse de David, si cuando ella le tocaba no necesitaba lavarse las manos, si sus labios no le repugnaban al besarlos?
David no era un chico agraciado, pero ¿y qué?
¿Realmente eso importaba? ¿Acaso el amor, un sentimiento más antiguo que la sociedad, debía regirse por los cánones de belleza impuestos por personas vacías?
A Sasha lo único que le importaba era que aquel hombre le daba sentido a los latidos de su corazón. Podrían haber sido felices. Vivir juntos. Tener hijos, una familia. Tener una vida.
Porque lo que Sasha había conocido desde que falleció su madre no era vida, eso no podía serlo, Sasha se negaba a creerlo.
La vida no podía ser solo un camino empedrado de miseria, dolor y miedo.
La vida debía ser una collage de sonrisas y momentos felices.
Y ella había conocido la sonrisa que provoca un corazón contento gracias a David.
Por su parte David solo podía pensar que Sasha era preciosa, una belleza de valor incalculable. Iba a morir por ella pero no le importaba, sentía que era lo correcto, que debía hacerlo.
Pensó en Sasha.
“ Al menos no me voy de este mundo sin haber conocido a un ángel...”
—Vive – fue lo único que dijo David mientras la besaba con ternura en los labios, un beso breve pero tan intenso como sincero, y la empujó hacia el borde del puente, cayendo hacia las heladas aguas del río.
Pero no era todo lo que quería decirle. Él quería decirle más. Mucho más.
Una lluvia de balas atravesaron el cuerpo de David, pero él sonreía, había salvado a la chica que amaba con todo su corazón.
Mientras Sasha se precipitaba hacia el agua helada las lágrimas brotaron de sus ojos por primera vez en muchos años. Aquellas eran lágrimas de dolor, de miedo, de libertad, de amor, de llanto y de sentimientos que jamás podrán ser descritos con palabras.
Aquellas eran las lágrimas de Sasha.

domingo, 8 de abril de 2018

Las Lágrimas de Sasha - Capítulo Nueve

Cuando Sasha llegó a la habitación se encontró allí a Esmeralda, sentada al borde de la cama, leyendo el cuaderno de Christina.
Levanto la mirada y observó a Sasha, luego volvió a bajar la vista otra vez al libro para finalmente mirar fijamente a Sasha.

—No, Sasha… Ni se te ocurra.
—Es nuestra oportunidad Esme…
—Es muy peligroso…
—Lo se… ¿Pero qué vamos a estar toda la vida encerradas aquí como animales? ¡Nos merecemos más!
—¡Si te escapas te mataran! Te mereces estar viva ¿no? Sea como sea, ¿o preferirías estar muerta?

Sasha guardo silencio y miró fijamente a su amigo, acercándose lentamente y arrebatándole el cuaderno bruscamente de las manos.

—Esme. Te lo voy a preguntar solo una vez… ¿Estás conmigo?
—No Sasha… esta vez no… No quiero que me maten, ni quiero que te maten a ti.
—Mejor morir libre que vivir enjaulada. Pero, no quiero irme sin ti Esme… Eres mi mejor amiga.
—Siempre has sido una chica miedosa Sasha… Desde que te conozco… —Esmeralda se levantó y la abrazó con ternura— Como has crecido… ¿Cuándo esta gatita asustada se transformó en toda una valiente leona?
—Entonces… vendrás conmigo, ¿verdad?
—No Sasha, no. No voy a ir contigo… Alguien tiene que quedarse aquí para cubrirte las espaldas…— dijo finalmente sonriendo.

Sasha lloro, abrazada a su amiga. Mitad hombre, mitad mujer. Pero con el corazón el doble de grande que cualquier otra persona. Sabía de sobra que no podía hacerle cambiar de opinión, pero una vez fuera hundiría a aquella mafia y salvaría a Esmeralda y a todas las chicas.
Puede que incluso le diera una oportunidad a David. La muerte de Christina no sería en vano, debía honrar su memoria llevando a cabo su plan.
Se dirigió a su cuarto dispuesta a estudiar cada palabra de aquel cuaderno, iba a escaparse de allí. Iba a ser.
“Lunes.
07:23 a.m.
Paso libre, cambio de turno. Giovanni se encuentra en el despacho.
Martes.
No hay paso libre.
Miércoles.
No hay paso libre.
Jueves.
06:52 a.m.
Paso libre, cambio de turno. Giovanni se encuentra en el despacho.
Viernes.
No hay paso libre
Sábado.
No hay paso libre.
Domingo.
06:58 a.m.
Acceso complicado, cambio de turno. Apenas treinta segundos, muchas veces coinciden las parejas de guardias en el cambio de turno y no hay acceso libre.
Giovanni nunca esta los domingos, una vez dentro acceso libre absoluto.
Plan A:
Lunes o jueves. Provocar un incendio de grandes dimensiones, en la parte baja del local justo a la hora del cambio de turno. Giovanni saldrá del despacho, paso libre para coger los papeles y escapar.
Inconveniente:
Necesito ayuda. Alguien que provoque el incendio y encienda la alarma de incendios a la hora acordada.

Plan B:
Domingo. Entrar si el cambio de turno lo permite, coger los papeles y escapar por la ventana.
Inconveniente:
Es poco probable que no coincidan los guardias en el cambio de turno, una vez entro el mínimo ruido llamaría su atención y entrarían.”
Al pie de la página donde estaba escrito todo eso estaba escrito el nombre de Sasha. Christina pensaba pedirle ayuda para escapar.
El resto de los apuntes del cuaderno eran horarios, probablemente de turnos, y mapas del local.
Y al final del cuaderno había dos páginas casi pegadas, las despegó y descubrió unos planos detallados de cómo hacer una bomba casera con productos de limpieza, una olla a presión, basura metálica y cristales a modo de metralla y un despertador como detonador. Sasha arrancó esta página y se la guardó en el sujetador.
Hacer la bomba casera sería complicado, pero los materiales no eran difíciles de conseguir. Debía asegurarse que nadie más veía esa página
Sasha se decidió por hacer una mezcla de los dos planes. Y tras coger los papeles volar por los aires el despacho de Giovanni. Los destrozos debían ser numerosos, causar conmoción y desorientar al personal.
Sabía que podía contar con Esmeralda y eso no le preocupaba. Pero, ¿cómo escapar del despacho una vez comenzase el incendio? ¿Podía saltar por la ventana? Eran tres plantas, se mataría o se rompería las piernas como mínimo. Podía usar una cuerda pero perdería un tiempo muy valioso que necesitaría luego para huir corriendo de aquel lugar.
Si tan solo pudiera confiar en alguien que la sacase de allí en algún vehículo…
Sasha pensó en David, pero dudaba que fuese capaz de hacer algo así. Él era un cobarde, como era ella antes de convertirse en una leona.
Miró la tarjeta que le dio David hace ya tiempo, pensó que podía al menos intentarlo y contarle el plan.
Bajo corriendo al bar, el único lugar de todo el local donde podía encontrar un teléfono. Llamó a David, no podía tardar mucho, si los gorilas de Giovanni se fijaban en ella le harían muchas preguntas.
El teléfono sonó varias veces antes de que alguien lo descolgase.
—¿Hola? ¿David?
—Si… ¿Sasha?
—Sí, sí. Necesito que vengas mañana, es muy urgente. Pide una hora conmigo. Mañana a las nueve. No me falles. –y colgó
Sasha estaba muy nerviosa, en cualquier momento podrían sospechar algo, estaba en tensión en todo momento.
Pensó en contárselo a Jack, para que le ayudase. Pero era mejor evitarle, él trabajaba para Giovanni, él era el enemigo.
Al día siguiente, David fue puntual. Y a las nueve estaban sentados en la cama de ella.
Sasha le explicó todo el plan para escaparse a David.

—…y por eso necesito que me ayudes.
—Pero yo no tengo coche, ni moto ni nada parecido…
—¿Pero sabes conducir verdad?
—Si…
—Alquila un coche, te prometo que te compensare con creces si me ayudas. Si me escapo de aquí yo…
—Vale Sasha… Lo hare por ti.
—Muchas gracias… ¿Y podrías traerme algo de ropa decente? Solo tengo modelitos y así no puedo pasar desapercibida…
—Si claro, buscaré algo.
dijo sonriéndole
—Muchas gracias de verdad… —a Sasha aquella sonrisa le dio un vuelco al corazón, y sintió algo que jamás había sentido, ruborizándose.

El resto de la hora Sasha le contó todas las cosas que le gustaría hacer lejos de allí, tratando de no pensar en lo que había sentido hace un momento.
A él le apetecía algo más que hablar, y Sasha lo notaba.
Podría haberlo hecho, podría haber hecho lo que siempre hace.
Pero luego tendría que limpiarse compulsivamente por sentirse sucia.
Se sentía algo culpable, notaba que David sentía algo intenso por ella. Y ella empezaba a sentir algo intenso también por él, algo más que amistad.
Se estaba empezando a forjar el amor entre ellos dos sin que ninguno se diese cuenta, quizás un invisible hilo rojo les unía atado a sus meñiques, pero ellos no lo veían.
De haberse conocido en otras circunstancias quizás el físico de David no le hubiera importado a Sasha, quizás hubieran podido ser felices como una pareja más.
Caminar agarrados de la mano mirando puestos en el paseo marítimo bajo las estrellas.
Bañándose juntos en las frías aguas de la playa de aquella ciudad.
Siendo simplemente felices.

—Sabes David… creo…
—¿Qué crees?
—No nada, no es nada… —Sasha se ruborizó pero David no alcanzaba a comprender la situación.
—Sasha, eres la persona más enigmática y extraña que jamás he conocido…
—¿Eso es un cumplido?
—Si… puede ser –dijo David sonriéndole
—Pues tú eres el hombre más inocente que nunca he conocido… Y también eres raro…

Ambos rieron, disfrutando de aquel momento único que, de salir mal la huida de Sasha, no se volvería a repetir.
Pero ellos no pensaban en eso, ellos simplemente disfrutaban del momento.
Ellos eran felices.

domingo, 1 de abril de 2018

Las Lágrimas de Sasha - Capítulo Ocho

Christina seguía planeando como escapar de aquel lugar, esta vez no lo tendría tan fácil. Había más seguridad, el dinero lo movía constantemente a otro lugar, con mayor seguridad probablemente.
Pero si Sasha tenía razón y guardaba algo que le llegase a incriminar en el despacho, Christina lo entregaría a la policía, con suerte la policía decidiría acabar con aquella mafia… si esta no lo tuvieran comprados.
Llamaron a su puerta, Christina dio permiso para que entrara y como supuso se trataba de Sasha, seguramente querría volver a hablar de su hermano.

—Hola, Christina… Venía a hablarte de…
—De mi hermano, ¿no? –interrumpió Christina.
—Si…
—Ya te expliqué que no quiero saber nada de él, ojala se muriera…
—No digas eso, Christina. Veras tu hermano es una buena persona, puede que os traicionara, puede que lo hiciera mal… Pero todos nos merecemos una segunda oportunidad, ¿no crees?
—¿Una segunda oportunidad para qué? ¿Para qué me vuelva a pegar una puñalada por la espalda?
—Escúchame Christina. Creo sinceramente que tu hermano se merece que le vuelvas a hablar, que le perdones. Es más, creo que si me dejaras contarte todas las veces que me ha ayudado, todas las veces que me ha salvado el pellejo… Creo que si le dejaras disculparse, podríais empezar de nuevo…
—Vale, yo escuchare tus batallitas con mi hermano. Pero a cambio me tienes que hacer un favor.
—¡Por supuesto!
—Tienes que averiguar si el jefe de este sitio sale alguna vez de su despacho.
—¿Para qué quieres saber eso…?
—Para poder entrar, robar esos papeles que me comentaste e intentar hundir este jodido infierno.
—…Esta bien, lo hare.
—Genial… Soy todo oídos, cuéntame lo que quieras.

Sasha se sentó junto a ella en la cama, comenzó a relatarle como llegó a aquel sitio por primera vez y como su hermano la defendió desde el primer momento. De todos los momentos divertidos que había pasado con él, de las veces que hablaban de lo que harían si pudieran salir de allí, de viajar lejos.
Le contó todas esas noches de champagne, risas, cotilleos, anécdotas y confesiones.
Como aquella vez que un cliente comenzó a golpearla por no dejarse sodomizar y Esmeralda entró al tropel en la habitación y sacó a aquel viejo verde a empujones, arañazos, patadas y mordiscos de allí. Le contó todos los momentos buenos y los malos.
Christina estaba emocionada con todo lo que le había contado, el hermano que ella había conocido era una persona egoísta que jamás ayudaría a nadie. Pero ella no era la única que había sufrido, se veía que su hermano también lo había pasado mal y que había cambiado, para bien.
—Vaya, mi hermano no es… como lo recordaba…
—Ya te lo dije, es una gran persona.
—Bueno, pero aún me tiene que demostrar que no es un cobarde. Si tiene lo que hay que tener, vendrá después del siguiente turno a disculparse.
—¡Iré ahora mismo a decírselo! –dijo alegremente Sasha
Se despidieron con una sonrisa y Christina se preparó para el siguiente cliente.
Sasha fue corriendo a buscar a Esmeralda, pero llegó demasiado tarde, justo estaba entrando en su habitación con un cliente.
—¡Mierda! –masculló Sasha.
Esperó en la puerta de la habitación de Esmeralda por más de una hora, una hora que se le hizo eterna, ansiosa por contarle que Christina estaba dispuesta a perdonarle.
Podría irrumpir en la habitación de Esmeralda para decírselo, pero no le apetecía repetir aquella experiencia que aun persistía en sus recuerdos con insistencia.
Sasha no recordaba la última vez que había estado tan contenta, desde luego su vocación era ayudar a los demás, sentía una sensación muy agradable y cálida en su interior, se sentía bien.
Cuando finalmente el cliente salió de la habitación y tras él Esmeralda, Sasha la abordó rápidamente con una gran sonrisa en su rostro.
—¡Esme!
—¿Qué te ocurre amor? Se te ve muy acelerada
—Christina ha decidido perdonarte si vas a verla y le pides perdón
—Pero eso es… —los ojos de Esmeralda se iluminaron de felicidad— ¡Eso es genial! ¡Vayamos ahora mismo!
De camino a la habitación se cruzaron con otras dos chicas que cuchicheaban con cara de preocupación, Esmeralda iba a ignorarlas pero escucho que nombraban a su hermana. Se giró rápidamente y llamó a las chicas.

—¡Eh! ¡Vosotras dos! ¿Qué decíais de mi hermana?
—¿La nueva es tu hermana? —dijo una de ellas
—Si, ¿Qué pasa?
—No te va a gustar oír esto pero… esta con aquel viejo verde… ¿Cómo se llamaba? El que le gusta tanto dar por el culo…
—¿Don Javier? –interrumpió Sasha con una cara mezcla de preocupación y rabia
—¡Ese, ese! El mismo que te pegó hace ya tiempo Sasha…

La cara de preocupación de Sasha y Esmeralda fue creciendo conforme se acercaban a la habitación de Christina. Al abrir la puerta de la habitación, la escena que vieron causó que Esmeralda cayese de rodillas con un amargo gesto, como una mueca a punto de romper a llorar, dibujado en su rostro.
Pero no lloró.
Solo se quedó mirando a aquel hombre, desnudo, de pie junto al cuerpo inerte de su hermana en una postura grotesca, mirando a la puerta con sus ojos vacíos y un hilo de sangre recorriendo su rostro desde el oído.

—No… ¡no es lo que parece! se excusaba aquel viejo claramente borracho— Yo no quería… Ella no se dejaba dar por atrás… la empujé, todo pasó muy rápido… ¡FUE CULPA SUYA!
—Hijo…de…puta… —fue lo único que alcanzo a articular Esmeralda antes de levantarse y echarse al cuello de aquel tipo sin parar de gritar, golpear y embestir su cara contra el suelo. Casi deja inconsciente a aquel hombre de no ser porque los hombres de Giovanni la apartaron y se llevaron a aquel tipo de allí a rastras.
Minutos antes de que Sasha y Esmeralda encontraran el cuerpo inerte de Christina, ella se encontraba con aquel cliente, Javier, ambos estaban terminando los preliminares cuando aquel viejo verde comenzó a insistirle para practicar la sodomía.

—Lo siento caballero, usted ha pagado el servicio mínimo –se defendía Christina mientras se acercaba a la puerta disimuladamente
—Venga, niña, no me hagas perder el tiempo. Si yo te pido algo, lo haces, y punto –aquel hombre apestaba a alcohol.
—No puede ser señor, hay unas normas que deben cumplirse y…
—Y te callas, ahora mismo te pones en la cama y me dejas darte por el cu…
—¡Que no joder! –explotó finalmente Christina abofeteando la cara del cliente
—No sabes lo que acabas de hacer, puta… —Javier se acariciaba el rostro golpeado

Se le echó encima pero Christina consiguió esquivarlo la primera vez, a la segunda vez consiguió agarrarla.
Forcejearon durante un largo rato, Christina le arañó, le mordió e intentó todo lo que se le ocurría.
Él la empujo y ella cayó golpeándose en la nuca contra la mesita de noche.
Christina algo aturdida trató de incorporarse, pero aquel hombre borracho en una explosión de rabia pateó la cabeza de Christina.
Para Christina todo se apagó, no volvió a moverse, y con los ojos aun abierto se quedó en aquella posición para que poco tiempo después su hermano, Esmeralda, abriese la puerta.
Javier se encontraba en estado de shock, no sabía qué hacer ni dónde meterse, había matado a una de las putas de Giovanni… ese era su fin.
Cuando los hombres trajeados se llevaron a rastras a Javier, después de haber sido golpeado por Esmeralda, lo metieron en una habitación en el sótano, aun desnudo.
Paso un tiempo a oscuras, atado a una silla. Hasta que alguien apareció.
Se encendieron las luces.
Era Giovanni.

—Oh dios… Es usted Don Giovanni… le juro que lo siento mucho, de verdad, no era mi intención, yo…
─¿Sabes cuánto me cuesta a mi, cada mes, conseguir y mantener a estas chicas? ¿Lo sabes?
No, yo… señor…
Claro que no lo sabes, no tienes ni puta idea, porque eres un jodido tirado. Has dañado mi propiedad, ¿lo entiendes? ¿Voy yo a tu casa y le pateo el cráneo a tu perro? Giovanni estaba comenzando a alterarse, y las venas del cuello y la sien palpitaban de tal manera que se podían ver a simple vista.
Yo, señor, yo… hare lo que sea de verdad, hare lo que sea para compensarle…
A Giovanni no le apetecía escuchar la retahíla de excusas que iba a soltar aquel hombre así que hizo un rápido gesto con la mano y uno de sus sicarios saco una pistola, se la puso en la boca al viejo verde y apretó el gatillo.
La pared se manchó de sangre y sesos humanos.

—Que alguien limpie este estropicio… Este hijo de la gran puta me ha costado mucho dinero… —Giovanni se retiró.

Esmeralda no salió de su habitación en los siguientes días, no dejaba que nadie entrase, y Sasha estaba terriblemente preocupada. Casi pudo escuchar como el corazón de Esmeralda se hacía añicos al ver el cadáver de su hermana.
Sasha tampoco se comportaba como de costumbre, la perdida de Christina le afectó. Los siguientes días se sintió apagada, como fuera de este mundo.
Desconectada.
Y eso lo noto David, que desde aquella vez que le dio la tarjeta iba a tomarse algo a aquel local solo para poder ver a Sasha y a veces, con suerte poder hablar con ella.
Una de aquellas noches en las que David estaba sentado en la barra tomándose una jarra de cerveza, pensando en que hacer para que Sasha se fijase en él. Si solo pudiera sacarla de allí…
Sasha se sentó junto a él, al igual que el en los días anteriores estaba taciturna, lúgubre, cuando trataba de sonreír solo se acercaba a una mueca hueca.
Finalmente David respiró hondo y le preguntó qué le ocurría.

—Una chica ha muerto.
—Joder… Lo siento…
—Era la hermana de mi mejor amiga… Y ella ahora esta… destrozada. Un cliente la mató… Ya nada puede hacerse… Y aquel hombre seguramente este en su casa ahora mismo, con su mujer y sus hijos sin sentir el más mínimo remordimiento. A ella la enterraron a la orilla del río…
—Vaya… No sé qué decirte… ¿Puedo hacer algo para… reconfortarte?

Sasha le abrazó con fuerza, un gesto que a David le cogió por sorpresa y durante unos instantes no supo cómo reaccionar hasta que finalmente él también la abrazó, notaba su calidez. Notaba su cuerpo contra el suyo, y solo les separaban unas telas que con gusto arrancaría.
Sasha se apartó bruscamente algo sonrojada.

—Perdón… —dijo él
—No es nada… —dijo ella— ¿Sabes que es lo más triste?
—No…
—Que Christina, la chica que ha muerto. Iba a escaparse… Quería escaparse. Tenía el coraje para hacerlo, si ella se hubiera escapado… Quizás ahora todas estaríamos todas a salvo. Lo tenia todo calculado, planeado en su… cuaderno. ¡El cuaderno! ¡Eso es!
—¿Qué? —David no entendía nada
—Christina tenía un plan, y ya se había escapado antes de otro sitio como este. Había estado días observando la seguridad del despacho del jefe. Y lo apuntaba todo en su cuaderno que está debajo del colchón
—Vaya eso está… bien, ¿no?
—¡Eso es perfecto! David… Me voy, es hora de que sea valiente de una puta vez.
—A—adiós… —se despidió David sin comprender del todo lo que ocurría. Parecía que Sasha se iba a escapar de allí. Pero, ¿qué tenía que ver eso con el despacho del jefe de aquel antro?

Sasha se marchó a toda prisa a la habitación de la fallecida Christina.
No había tiempo que perder.

domingo, 25 de marzo de 2018

Las Lágrimas de Sasha - Capítulo Siete


La vida de la familia Caputto era más complicada de lo que parecía a simple vista, a pesar de estar siempre sonriendo, de ser felices porque estaban juntos, tenían problemas financieras. Había meses que lo sobrellevaban, meses que no tenían ni para una barra de pan. Las cartas de aviso de desahucio por parte del banco eran casi constantes.
La pequeña Christina eso era algo que aún no alcanzaba a comprender, tampoco comprendía porque su hermano se pasaba todas las noches fueras ni porque su padre siempre estaba bebiendo. ¿No eran felices? Ella sí lo era, estaba mamá, papá, su hermano mayor siempre tan divertido y ella. Eran una familia feliz ¿No?
Pero cada día, cada semana, cada año que iba pasando hacía que Christina fuera menos feliz. Se empezaba a dar cuenta de que su familia se iba a romper. Su hermano se pasaba las noches fuera de casa vestido de mujer jugando en casinos, o eso decían las vecinas. Su padre no paraba de beber y discutía con su madre, se peleaban, se gritaban y todas las discusiones las terminaba su padre dándole una torta a su madre en pleno rostro… en el mejor de los casos.
No eran felices. Ya no eran una familia feliz.
La casa donde vivían no era gran cosa, se podía comparar con poco más que un cuchitril destartalado. La cocina y el salón eran la misma habitación, solo había un baño que siempre se estaba estropeando, una habitación para sus padres y otra que compartía con su hermano. Ella siempre lo llamaba hogar. Su hogar. Su lugar en este caótico mundo.
Christina estaba asomada a la ventana de su cuarto, el sol se estaba poniendo y las hojas de los arboles caían de sus ramas hasta posarse en el suelo. Oyó como sus padres estaban hablando en su cuarto, esta vez no había gritos, pero si un leve llanto de su madre y la voz ronca de su padre tratando de calmarla. Ella pego el odio a la pared para tratar de escuchar mejor y la conversación que escuchó cambió su forma de pensar, para siempre.


—…ese puto cabrón…—decía su padre
—¿Cómo nos ha podido hacer esto?—lloraba su madre
—No solo se dedica a ir vestido de mujer apostando lo poco que gana en el supermercado, encima ahora nos hace esto…joder
—¿Qué hicimos mal…?
—Tenerlo, nunca debimos haberlo tenido. ¡Ese cabrón se ha llevado todo nuestro dinero y lo que ha ganado apostando se lo va a gastar en una operación! ¿Sabes qué significa eso?
—Si…
—No tenemos nada, María, na—da. Estamos sin un puto duro, las facturas se nos acumulan y el banco nos va a quitar la casa

Christina apartó el odio de la pared, ya había escuchado bastante. Su hermano les había traicionado. Había gastado todo el dinero, y ahora no tenían nada.
Se tumbó en la cama hasta dormirse escuchando el llanto de su madre y los insultos de su padre. Tenía razón, su hermano era un traidor.
Su hermano no apareció en los siguientes días, los rumores decían que le debía dinero a la mafia y había huido. El tema de la mafia era algo muy común en su ciudad, la policía estaba comprada por ellos y hacían lo que querían y cuando querían. Extorsión, apuestas ilegales, secuestro, trata de personas, prostitución… asesinato.
El tema económico iba cada vez peor en la familia, no entraba dinero en casa, casi no tenían para comer, pagaban las deudas a duras penas. Sus padres no paraban de discutir, su madre cada vez tenía más golpes en la cara, su padre cada vez bebía más y Christina no podía hacer otra cosa que observar como su familia se hundía todo por culpa de él… todo por culpa de su hermano.
No, ya no tenía hermano.
Para ella su hermano estaba muerto.
El sumun del desastre familiar fue aquel día que un vecino les dijo a sus padres que su hijo se había puesto pechos y trabajaba en un burdel de la zona. Eso hizo que sus padres tocaron fondo, todo su mundo se le hundía ante sus propios ojos.
Los meses pasaron y la condición de la familia no mejoraba, hasta que una tarde de invierno, cuando Christina llegó del colegió acompañada por su madre, encontraron a su padre muerto. Colgado del cuello por un cinturón enganchado en la puerta del armario y un charco de sangre bajo sus pies, la policía dijo que en el intento de asfixiarse se clavó la hebilla del cinturón con tanta fuerza que le atravesó el cuello, haciendo una fisura en una artería que provocó que se desangrase hasta morir.
Su madre lloró la pérdida durante meses, y finalmente las condiciones que la asolaban provocaron que le pidiera dinero a un prestamista. Durante unos meses pudieron vivir bien, podían comer todos los días y pagar las deudas.
Pero el día que tuvieron que devolverle el dinero al prestamista todo volvió a desmoronarse, la resolución final de aquella situación tan compleja fue muy sencilla.
Christina con doce años, trabajando en un puticlub para la mafia y que no le partiesen las piernas a su madre. Se suponía que no debía pasar allí mucho tiempo, pero la mafia no es una entidad de al que uno deba fiarse. Ese poco tiempo se trasformaron en meses, esos meses en años hasta que Christina cansada de la situación planeó la manera de escapar de allí.
Su única manera de escapar era llamando la atención de todos.
Provocar un incendio.
Eso activaría la alarma del local y las puertas de emergencia se abrirían.
Pero no era suficiente, una vez escapase de allí necesitaba dinero, ella y su madre tenían que huir. Christina sabía dónde guardaban el dinero, así que no tardó mucho en decidirse a llevar a cabo el plan.
Guardo un cuchillo de la cocina en su habitación y varias botellas de aguardiente irlandés, altamente inflamable.
Una noche, en su turno libre se dirigió a los baños, lleno las papeleras de papel higiénico y su “ropa de trabajo”, vertió en ellas todas las botellas de alcohol y les prendió fuego.
Corrió a más no poder hasta el despacho del jefe, la alarma de incendios no tardó mucho en encenderse. Entonces, tal y como ella supuso, el jefe se dedicó a sacar todo el dinero de la caja fuerte para salvar sus ganancias. Los guardaespaldas trajeados habían bajado para controlar la situación en el local.
Christina se acercó sin hacer ruido hacia el jefe, de espaldas a ella. Respiro hondo… y hundió repetidas veces el cuchillo de cocina en la espalda de aquel corpulento hombre. Mientras el gritaba de dolor tirado en el suelo, tratando de agarrar el cuchillo que aún estaba calvado en su espalda, Christina cogió todo el dinero y escapo de allí.
Corrió. Corrió hasta que el dolor de las piernas fue insoportable, hasta que noto como le ardían y entonces paró para descansar un poco. Llamó a un taxi y le pidió que le llevase a su casa.
Bendita suerte la suya, su madre salía por el portal de su casa justo cuando ella llegó. Le hizo unas señas para que se subiera al coche, y así lo hizo.

—Pero Christina… ¿Qué demonios haces aquí? –preguntó su madre, claramente asustada.
—Me escapé mamá, y ahora tenemos que huir. Escapar de la ciudad. Tengo dinero.
—Christina…
—Jefe, a donde nos puede llevar con todo esto— mostrándole la bolsa de dinero
—¡A donde ustedes quieran!
—Llévenos lo más lejos que pueda.
—Entendido
El viaje duro más de ocho horas, pero finalmente llegaron a una ciudad nueva.
Durante un tiempo estuvieron viviendo bien, pero su felicidad no duró mucho. La mafia acabó por encontrarlas, a la fuerza se llevaron a Christina a su nuevo destino donde conocería a Sasha.

domingo, 18 de marzo de 2018

Las Lágrimas de Sasha - Capítulo Seis


Las chicas nuevas habían llegado al burdel, Sasha debía encargarse de ellas. Esmeralda había estado deprimida desde que se enteró que su hermana había sido secuestrada y la iban a traer a aquel prostíbulo.
Llamaron a la puerta de la habitación de Sasha. Era uno de los hombres de Giovanni, acompañado de dos chicas.
Una era rubia, de ojos verdes, algo rellenita y apenas tenía doce años.
La otra era más alta, morena, pelo rizado, delgada y de unos diecisiete que debía ser la hermana de Esmeralda.
Ambas tenían los ojos enrojecidos de haber llorado y estaban temblando del miedo. La chica rubia tenía el labio hinchado de haber recibido varios golpes. Y probablemente debajo de sus camisones blancos ambas tendrían todo un concierto de cardenales y heridas.
A Sasha se le encogió el corazón al verlas. Le recordaban a ella cuando llegó, asustada, sin conocer a nadie, temerosa de que la fueran a golpear hasta matarla.

—Estas son las chicas nuevas, Sasha —dijo el hombre—. La rubia creo que es ucraniana o algo así, no sé qué idioma habla. Y la morena si habla nuestro idioma.
—Está bien. Ya me encargo yo a partir de aquí. Gracias… tú.
Aquel tipo le dirigió una mirada desafiante, pero finalmente empujó a ambas chicas dentro de la habitación y cerró la puerta tras de sí.
Sasha observó a las chicas.
Primero se dirigió a la chica rubia.
—Hola amiga, ¿Cómo te llamas?–Sasha le hablaba con una sonrisa, pero la chica no parecía entenderla.
—Nie rozumiem… —es lo único que alcanzaba a decir con lágrimas en los ojos.
—Habla polaco —interrumpió la que debía ser la hermana de Esmeralda.
—¿Tu cómo te llamas? ¿Sabes hablar polaco? –preguntó Sasha
—Christina. Y no, no se hablar polaco… Pero escuche a otro hombre decir que eso era lo que hablaba… nos tenían encerradas a nosotras dos y a cuatro chicas más en una especie de zulo.
—Tu eres la hermana de Esme entonces…
—Yo no tengo hermanos… —musitó Christina mirando hacia otro lado.
Sasha se pudo imaginar ya lo que pasaba, y no le gustaba mucho la situación. Le ofreció la mano a la chica polaca y la llevo con una de las chicas extranjeras, con suerte hablarían el mismo idioma. Una vez que la dejó en la habitación y volvió a la suya se centró en Christina.
Estaba claro que tener un hermano mayor transexual que trabajaba en un puticlub no era una idea que le entusiasmase a aquella chiquilla.
Debía intentar solucionar el problema de Esme, debían hablar.
—Bueno Christina… ¿Puedes quitarte el camisón?
—¿Para qué?
—Mi trabajo durante esta semana va a ser examinarte y enseñarte cual será tu trabajo a partir de ahora…
—Está bien…—dijo mientras se desvestía
Su cuerpo moreno estaba lleno de cardenales, varias cicatrices y estaba extremadamente delgada. Las costillas se le marcaban, los huesos de la cadera también y casi no tenía pechos.
—Sí que te han tratado mal…
—Tu nombre es Sasha ¿verdad?
—Si
—Mira… No hace falta que me enseñes a como trabajar… no es la primera vez que estoy en un puticlub.
confesó aquella chiquilla para sorpresa y espanto de Sasha—. Ya antes había estado en uno, con once años… Conseguí escaparme hará dos años, pero esa mafia me volvió a atrapar y me han traído a otro jodido puticlub en una ciudad que ni siquiera conozco.
—Veo que has tenido una vida dura…
—Es la que me ha tocado vivir.
—En cuanto a lo de tu hermano…
—Ya te he dicho que no tengo hermanos. Ya no. –sentenció Christina.
—Bueno… ¿Y piensas escaparte de aquí también?
—Tengo que pensar la manera… Pero si, me voy a escapar. Aunque claro… necesitaría ayuda. Y no conozco a nadie aquí aun. Excepto a ti, Sasha. ¿Te escaparías conmigo? ¿Me ayudarías?
—No quiero que me maten… Es mejor que te vayas a tu habitación, estoy cansada… —Sasha se puso muy nerviosa ante la idea de escaparse de allí, no sabía que decirle ni cómo reaccionar.
—Pero ni siquiera sé cuál es mi habitación… —musitó Christina algo decepcionada, sabía que sin ayuda jamás saldría de aquel lugar.
Sasha se tumbó en su cama agotada, todo le daba vueltas. Tenía demasiadas cosas en la cabeza y la idea de escapar de allí era tan tentadora… Estaba ahí, rozando sus dedos, ya no era un sueño… Ahora esa idea podría hacerse realidad, Christina ya lo consiguió una vez. Si solo tuviera un poco más de coraje… Si solo fuese capaz de levantar la mirada por una vez y creer en sí misma, cambiaría su mundo entero.
Al día siguiente, después de ducharse y ponerse lencería seductora bajo sus ropas sencillas (nunca se sabía cuándo podía el jefe cambiar de opinión y mandarla a trabajar, sobre todo cuando se enterase que su “pupila” ya sabía de sobra lo que tenía que hacer) se dirigió a la habitación de Esmeralda y abrió la puerta. El travesti se encontraba en el baño, cuando Sasha entró, depilándose. Ella se sentó en la cama tras avisarle de que estaba ahí.
Esmeralda salió del baño vestido solo con un albornoz.

Tengo que contarte algo, Sasha…
—Es sobre tu hermana, ¿verdad?
—Si… ya lo habrás notado… Pero me odia. Para ella estoy muerto –a Sasha le sorprendió que Esme hablase de sí mismo en masculino ya que nunca lo hacía— Mi familia siempre ha sido… complicada. Cuando me cambie de sexo mi familia renegó de mí. Y encima después de perder todo mi dinero, una mafia me pego una paliza y me metieron en un puticlub antes de este.
Allí pasé varios años, y un día un conocido me vio allí… Toda mi familia se enteró que no solo me había cambiado de sexo además se enteraron por las malas que era una puta. Eso fue lo necesario para que me odiasen… Luego lo último que supe de ellos es que mi padre se había suicidado y que mi familia no tenía nada de dinero, y ahora veo hasta qué punto ha llegado que hasta mi hermana está aquí… secuestrada y vendida. Sasha… mi hermana me odia a muerte…
—No te preocupes Esme… encontraremos una solución... –intento animarla Sasha

Esmeralda se fue a su cuarto llorando y se encerró en él por varias horas.
Sasha preguntó si alguien sabía dónde estaba Christina, la nueva. Cuando encontró su habitación se quedó de pie, parada frente a la puerta, sin saber qué hacer, que decir, que pensar… Estaba paralizada.
Finalmente se armó de valor y golpeo la puerta con los nudillos. Escuchó como Christina decía que entrase y así lo hizo.

—Ah, eres tú. ¿Qué quieres?
—Hola Christina… Venia hablarte de tu hermano
—¿Otra vez con eso? Ya te he dicho que no tengo hermanos.
—Si lo tienes… Y no puedes odiarle por haber cambiado de sexo, él se siente así. Tienes que respetarlo.
—¿Eso te ha contado? ¿Sabes por qué no tengo hermano? ¿Sabes por qué realmente le odio? Ese imbécil se gastaba todo el dinero jugando, se lo gasto en la operación, cuando mi familia prácticamente no tenía para comer. Entre él y el borracho de mi padre acabamos en la ruina. Tuvimos que pedirle dinero a gente peligrosa, y al final acabé de puta por su culpa. Estoy aquí por su culpa. Yo no tengo hermano, para mí está muerto.
—Pero no puedes pensar así… Seguro que tu hermano no lo hizo con mala intención. Tu hermano te quiere, no podemos elegir a nuestra familia… Pero podemos elegir perdonar sus errores.
—¿Perdonar? Es un jodido cobarde y un inútil. Lo siento Sasha, pero tienes que marcharte. Ahora tengo que trabajar con un tipejo, y hasta que venga tengo que planear como escaparme.

Sasha se dirigió a la puerta, antes de llegar a abrirla se giró para decirle una vez más que perdonase a su hermano. Y vio como sacaba un cuaderno de debajo del colchón. Decidió dejar esa conversación para otro día, tenía que convencerla de que hicieran las paces.
Fue a buscar a Esmeralda, pero esta vez llamó a la puerta antes de entrar. No quería más sorpresas desagradables por hoy.
Le contó todo lo que le había dicho Christina. Y Esmeralda solo pudo agachar la mirada sin decir nada, su rostro reflejaba culpabilidad.

—Tiene razón… —logró decir Esmeralda al final— Soy una inútil… Vendí a mi familia. Es mi culpa que ella este aquí…
—No digas eso Esme… Estoy segura de que acabareis haciendo las paces. Y cuando llegue el momento le darás un beso en la frente y recordaras que yo te dije que lo lograrías.
—Muchas gracias Sasha… Eres una gran persona y mejor amiga… —Esmeralda se levantó de la cama y la abrazó con fuerza.
—No es nada, Esme… —Sasha le correspondió el abrazo.

A veces, todo lo que necesita una persona para levantarse es un abrazo. A veces no necesitamos grandes discursos para consolarnos, ni grandes gestos de afecto… A veces solo necesitamos eso, una acción simple, sencilla, concisa.
Un breve instante de paz.
A veces, eso es todo lo que necesitamos.
Durante los días siguientes Sasha pudo ver a aquel chico rarito, David. Rondando por el prostíbulo, no dejaban que se acercara a ella pero no dejaba de mirarla.
“Debería darle una oportunidad para disculparse” –pensaba Sasha
Un día decidió que se merecía una oportunidad de explicarse, lo vio sentado en la barra del local tomando una cerveza y se acercó a él.

—¿Puedo sentarme a tu lado? –le preguntó amablemente
—Eh… e—esto, no se… yo… —el chico solo tartamudeaba y se trababa
—No te preocupes… Respecto a lo del otro día, lo siento. No fue nada profesional…
—No… Yo tampoco me comporte como debía. Además… sé de sobra que estas aquí contra tu voluntad… —dijo casi susurrando, mirando alrededor con nerviosismo.
—Bueno… Eso es cierto, creo que todas aquí están contra su voluntad.
—¿Y por qué no os escapáis?
—No se… supongo que no tenemos valor suficiente… No es tan sencillo. Y si escapáramos nos cogerían y nos matarían… o algo peor.
—¿Algo peor?
—Bueno… si, es lo que siempre me está diciendo uno de los hombres del jefe. Me imagino que si nos escapamos nos torturaran para que no volvamos a intentarlo… Nos tratan como a animales. Es triste que estemos aquí en estas condiciones… y que nadie nos quiera ayudar. Pero claro… ¿Quién nos va a querer ayudar cuando no nos ayudamos ni nosotros mismas?
—Ojala pudiera hacer algo por vosotras…
—Ojala… —dijo Sasha pensativa
—Oye… Si quieres, podría pasarme por aquí de vez en cuando. Y sabes para charlar y tal. Mira… coge esto –dijo ofreciéndole una tarjeta— Cuando necesites hablar conmigo, llámame. Estoy disponible casi a diario.
—Vale…—dijo Sasha aceptando la tarjeta algo ruborizada— Por cierto, ¿a qué te dedicas?
—Soy contable en una empresa de mierda.
—Vaya… que mal…
—¿Por qué?
—No sé, pensé que si fueras abogado, o… no se algo importante quizás si pudieras ayudarnos…
—Gracias por recordarme que no soy nada importante… —bromeó David
—¡Ay! No quería decir eso… Lo siento.
—No pasa nada, tranquila.
—Es curioso…
—¿El qué?
—Ya no tartamudeas.
—Bueno… tarde o temprano el alcohol hace su efecto… —se levantó tambaleándose un poco y se dirigió a la puerta.
Sasha observó como aquel chico alejarse, y por un leve momento sintió una sacudida en el corazón que le hizo sentir extrañamente contenta. No comprendía muy bien que le acababa de ocurrir y se dirigió a su habitación.
Estaba tumbada en la cama, cuando alguien llamó a la puerta y entró, era Jack.
Hola, Jack, ¿Qué tal el día?
Pues muy estresante, la puerta del baño de la planta baja se atasca y no he sido capaz de arreglarlo aun. ¿Y a ti que tal?
Pues me ha pasado algo muy extraño antes… Estaba mirando a un chico y sentí una sensación muy extraña en el pecho por un momento
Sasha… Jack la miró muy serio Nunca te enamores.
─¿Qué? ¿Por qué dices eso?
Esta mal que tú te enamores… solo sufrirás y lo pasaras mal. Bueno, voy a seguir con la puerta del baño, buenas noches. Jack no dejó que Sasha le respondiese nada y se marchó.

domingo, 11 de marzo de 2018

Las Lágrimas de Sasha - Capítulo Cinco

Algún día, encontraré un ángel se decía a si mismo David, en un vano intento de mantener la esperanza por encontrar el amor de su vida.
David era un joven de veintisiete años, formal, complaciente, tímido, cobarde, sumiso, poco sociable… se sentía como alguien más del montón. Uno más del rebaño.
Vivía solo en un apartamento pequeño. Contaba solo con una habitación, un baño, una cocina y un pequeño salón. No tenía muchos muebles ni decoración, su casa era un reflejo de su personalidad: Simple, minimalista y vacía.
Trabajaba como contable en una pequeña empresa de neumáticos, no eran más de cuatrocientos trabajadores. El sueldo era aceptable, no era para tirar cohetes pero le daba para vivir y pagar cómodamente su casa.
David no tenía amigos ni novia, su familia lo había dejado de lado hace muchos años, excepto alguna esporádica llamada de su madre en Navidades o por su cumpleaños.
Siempre trataba de entablar conversación, de caer bien, de conseguir algún amigo. Pero la gente lo apartaba de su lado siempre, de una manera u otra siempre acababa solo.
A su edad aún era virgen, nadie lo sabía. Realmente nadie sabía nada de él, nadie se interesaba por conocerle. Pero aun así él lo ocultaba, era su secreto, y sentía vergüenza de admitirlo.
6:45 a.m.
Sonaba una canción en el móvil a modo de despertador. Despertar con Sweet Dreams de Marilyn Manson, lo animaba de alguna manera. Una canción oscura para una persona lúgubre.
A David le gustaba la música de ese estilo. La música le ayudaba a desconectar, no pensar, no temer y avanzar en su rutina diaria, como un autómata, sin pensar en el próximo paso.
Apagó el despertador del móvil, el silencio inundó la casa.
Se dirigió a la cocina, encendió la cafetera eléctrica y comenzó a tostar unas rebanadas de pan.
Mientras se iba preparando el desayuno se dirigió al salón, encendió el equipo de música y dejo que su lista de reproducción particular sonara.
El suave borboteo de la cafetera y el olor a pan tostado le indico que el desayuno estaba listo. Fue a la cocina, le echó leche al café. Y mantequilla y mermelada de arándanos a la tostada.
Desayunó mientras la música fluía por toda la casa hasta sus oídos. Le gustaba esa tranquilidad matinal, ese momento de paz.
Se dirigió al cuarto de baño, se quitó el pijama de color celeste y los calzoncillos dejándolos en un cesto donde estaba toda la ropa sucia.
Mientras se duchaba pensaba en lo largo que iba a ser el día de hoy.
Lunes.
Con diferencia el día más largo de la semana.
Salió de la ducha, se vistió con una camisa blanca, corbata negra, pantalones de pinza y su único par de zapatos. Apagó el equipo de música, comprobó que todo estaba en orden. Las ventanas cerradas, el termo apagado y los platos en el fregadero. Cerró la puerta de su casa con llave al salir.
Se dirigió a la estación de metro, estaba tan concurrida como de costumbre.
Ahí de pie rodeado de desconocidos miró el reloj.
Un hombre de avanzada edad pedía una limosna sentado en el suelo de la estación, en su cara se notaba el hambre, en sus ropas la pobreza y en sus ojos una tristeza desoladora. Un huesudo chucho, viejo y lastimero lo usaba de almohada.
Los ojos de David y del mendigo se cruzaron por un breve instante, el mendigo alzo la mano mientras mostraba una desdentada sonrisa. David no lo pudo evitar y le dio al mendigo algo de dinero.
7:05
Tenía apenas veinte minutos para llegar a la oficina. Pero como de costumbre llego a tiempo, bueno quizás unos minutos más tarde, pero nadie se iba a percatar de su ausencia de todos modos.
A pesar de ser lunes, el día más largo de la semana, llegó a ser un día especial.
Sara, una compañera del trabajo, se fijó en él. Nunca se había percatado de su presencia, pero parecía que hoy si, y a David eso no le pasó desapercibido, notaba su mirada clavada en su nuca.
Sara no era una mujer muy agradable, era una persona gruesa, poco agraciado y el constante desprecio que portaba en su mirada no mejoraba la primera impresión que se obtenía de ella. Aun así era la única mujer que se había fijado en David desde que estaba trabajando en aquella empresa desde hacía más de 4 años.
Al terminar la jornada Sara se acercó a la mesa de David, se quedó parada frente a él, mirándose a los ojos en silencio durante un rato que fue para David, cuanto menos, muy incómodo.

—Oye, flacucho ¿Cómo te llamas tú? —dijo Sara con un acento cerrado, haciendo evidente su origen rural. Era una mujer de pueblo.
—Yo… soy David —se presentó tímidamente el joven.
—Yo soy Sara, ¿te apetece ir a tomar algo esta noche?
—Esto… claro, podría estar bien… —la actitud tan directa de aquella mujer abrumó a David.
—¿Sabes cuál es el garito que hace esquina en la calle Eneldo?
—Sí, he pasado por allí alguna vez
—Pues a las once nos vemos en la barra flacucho, no llegues tarde que te doy de ostias ¿eh? —bromeó Sara guiñándole un ojo.
—No, no… no llegaré tarde.
respondió David esbozando una forzada sonrisa.

Las horas transcurrieron lentamente, las manecillas del reloj perezosas parecían moverse solo cuando no eran observadas. David pasó la tarde viendo películas antiguas de bandidos y pistoleros, le atraían las películas del oeste, a pesar de que ya no estuviesen de moda. Vestido solo con una vieja bata gris de cuadros verdes, unos calzoncillos y unas zapatillas grises de andar por casa.
Se acercaba la hora de prepararse. David volvió a ducharse, se vistió con una camiseta más informal, unos vaqueros y su único par de zapatos. Había pasado por aquel local alguna que otra vez y tenía un ambiente relajado, con luz tenue y apestando a tabaco. La gente allí ni siquiera hablaba muy alto, se lo tomaban con calma.
Llego al lugar acordado un poco antes de lo previsto, se pidió una cerveza y la bebió lentamente, haciendo tiempo mientras esperaba. Cuando estaba a punto de terminársela se sentó a su lado Sara, su compañera de trabajo.

—Lo siento flaco, he llegado un poco tarde –se disculpó Sara— Bueno, ¿Qué tal estas? ¿Qué te cuentas?
—Pues no mucho la verdad… ha sido un día aburrido en la oficina y tal…
—El mío no ha ido mucho mejor no te creas eh… He estado una hora tratando con una señora que no paraba de llamar equivocándose. Y encima ese idiota de Menguiano no paraba de salir cada dos por tres a fumar y ha dejado un montón de informes pendientes, y ¿a quién le va a tocar hacerlos? A mí, como no.
—Pues sí que has tenido un día jodido…
—No lo sabes tú bien flacucho… no lo sabes tú bien…

Pasaron la noche bebiendo y charlando, el ambiente y la música eran agradables, exceptuando la densa nube de tabaco que asfixiaba a David y que Sara ayudaba a aumentar fumándose un cigarrillo cada dos cervezas.
El alcohol empezó a hacer efecto y llego el momento de las confesiones.
Sara le confesó que le atraían más las mujeres que los hombres y que, de ver a David siempre solo, se le ocurrió que podían quedar para charlar y beber.
David acabó por confesarle a Sara su secreto tan celosamente guardado. Y se arrepintió enormemente de haberlo hecho al poco tiempo.

—Entonces… tienes veintisiete años… y aun eres virgen.
—Si…
—No eres muy agraciado, es verdad, pero no se…
—Lo se… Y no se lo cuentes a nadie por favor, me da muchísima vergüenza
—Ya, ya te entiendo… Pero seguro que no es tan raro, debe haber más hombres de tu edad e incluso mayores que aun sean vírgenes. Sinceramente no creo que debas tratarlo como un tema tabú. A cada uno le llega su momento cuando le debe llegar. Pero es verdad que los hombres le dais mucha importancia a ese tema… Demasiada quizás. ¿Crees que tu virilidad depende de donde hayas metido el rabo? ¡Venga ya! Si eres un hombre afronta tus miedos de frente, no tengas miedo a que se burlen de ti. Y si tantas ganas tienes de mojar el churro… ¡Pues te vas de putas!
—Ya… Quizás no sea mala idea…
Venga anímate flacucho. Que yo invito a la siguiente ronda trató de animarle Sara mientras le agarraba con el brazo del cuello.

La noche acabó, y ambos se fueron a sus casas. A David le costó un poco conciliar el sueño, su secreto había sido revelado, ya no era secreto. Y a pesar de que pueda ser una tontería ser virgen a su edad, para él era algo muy importante y vergonzoso.
Quizás de tener una mente más abierta podría haber sobrellevado ese tema sin problemas y sin avergonzarse.
Al día siguiente volvió a la rutina, despertarse, levantarse, poner música, desayunar, ducharse, vestirse, coger el metro tan concurrido como siempre, llegar al trabajo sentarse en su mesa, mirar el reloj, suspirar y decirse para sí mismo “Quiero que acabe el día ya”
Aquel día era bastante raro, unos pocos compañeros de la oficina le miraban y se aguantaban la risa. El sospechaba que es lo que ocurría, pero no quería pensarlo ni creer que su secreto lo había ido contando Sara por todos lados. Debía ser otra cosa, debía tener una mancha en la cara, la camisa sin planchar, la bragueta abierta. Cualquier cosa menos eso.
Y sus temores se hicieron realidad cuando un par de compañeros se acercaron a su escritorio, con una pícara sonrisa dibujada en sus rostros. Al menos no se rían directamente de él a carcajada limpia.

—¿Qué pasa David? —saludó uno de ellos
—Nos hemos enterado de tu asuntillo ¿Sabes? —continuó el otro
—¿Quién os lo ha contado? ¿Ha sido Sara? —interrumpió David
—¿Qué? Para nada. Ha sido Oliveira, por lo visto te escucho hablar con Sara en el bar de la Cuarta y Media.
—Mierda… —masculló David
—Bueno al caso, que tenemos la solución a tus problemas David
—Eso, que no puede ser que a tu edad sigas sin haber mojado
—Toma, coge esto —dijo el primero ofreciéndole una tarjeta
—Es de un puticlub a las afueras de la ciudad, cerca del río. Las chicas son geniales, yo he ido muchas veces allí. Te recomiendo a una chica así alta, morenita… Esmeralda le dicen— le contaba el otro hombre conteniéndose la risa
—Gracias… supongo… —respondió David suspicaz

El día se le hizo eterno, solo quería llegar a su casa y tumbarse en el sofá a ver películas del viejo oeste.
Y finalmente cuando pudo tumbarse en su sofá comenzó a pensar que quizás lo de ir a un local de ambiente no sería tan mala idea después de todo, la mayoría de hombres lo hacían. Y a estas alturas no iba a esperar a una persona especial para perder la virginidad, sabía que nunca llegaría.
La cultura japonesa tiene la creencia de que todas las personas estamos conectados con nuestra alma gemela por un hilo rojo atado al dedo meñique que no podemos ver, un hilo que por mucho que se estire nunca se romperá.
¿Dónde estará el final de mi hilo rojo? Se preguntaba constantemente David.
Debía estar en la otra punta del planeta. O quizás quien este al otro lado se ahorcó con el hilo rojo para no tener que acabar acostándose con él.
Se pasó los siguientes días pensando en si debía ir o no al burdel que le habían recomendado, y finalmente el fin de semana decidió ir. Para entonces ya se había olvidado de la chica que le recomendaron los compañeros de trabajo. Sabía que era una piedra preciosa pero no alcanzaba a recordar cual.
Llego al local y entró. Pidió una prostituta durante media hora, se sentó en aquel sofá y vio entrar a las chicas pero no pudo dejar de mirar de reojo a una de ellas. Y cuando se presentó sabía que jamás olvidaría su nombre: Sasha.
Los nervios provocaron una eyaculación precoz, no duro ni diez minutos. Pero cuando Sasha  se encerró en el baño para limpiarse compulsivamente como siempre hacía, él se quedó allí.
David sabía que era su alma gemela, estaba totalmente enamorado de ella. Perdió brevemente la razón cuando forcejeo con ella y aquel enorme tipo lo sacó a rastras de allí.
Lo dejaron en una estancia de aquel local mientras le decían que se relajase un poco allí si no quería tener problemas. En la sala había una barra de bar con varias sillas altas de madera, tras la misma muchas botellas de distintos licores y un par de sofás de color rojo.
Se sentó en la mesa y le pidió al camarero un whisky. Se sentó en el sofá a beber del vaso con tranquilidad. Al rato, un hombre mayor algo extraño que estaba sentado en una de las sillas más alejadas, pidió una copa y se sentó junto a David.

—Estas chicas son buenas, si señor… Saben lo que hacen ¿Eh? Por cierto… Me llamo Javier –se presentó aquel viejo ebrio a David.
—Yo David, encantado –se estrecharon la mano—. Estas chicas… ¿Por qué están aquí? ¿Por qué no se van? La chica con la que he estado no parece que le agrade mucho su trabajo…
— ¿Cómo? ¿No lo sabes? —preguntó sorprendido aquel hombre—. David… ¿Puedo llamarte David, verdad? Estas chicas están aquí en contra de su voluntad, son mujeres secuestradas o vendidas a una mafia de tratas y han acabado aquí.
—¿Y nadie hace nada?
—¿Quién puede hacer algo contra Giovanni y su mafia? Todos saben quién manda aquí, y nadie quiere venir a joderle porque sabe que acabara muy mal parado. Controla a la mayoría de policías y jueces. Tiene contactos… Es un tipo peligroso. ¡Además con estas chicas puede hacer uno lo que se le antoje!
—Ya veo… Bueno ha sido un placer conocerle. Adiós –se despidió David y se marchó de aquel local.
—Nos vemos chico.
se despidió aquel viejo mientras seguía bebiendo